Como un fenómeno recurrente y estacional, como si fuera la gripe, los deberes escolares han llegado a ser un tema omnipresente en las reuniones de padres, de profesores, en los grupos de Whatsapp, incluso en reuniones familiares. Para unos, son el mejor modo de reforzar la educación en casa. Para otros, una muestra clara de las deficiencias de nuestro sistema educativo.
Lo cierto es que los deberes escolares se han convertido en motivo de polémica entre profesores y padres, entre los miembros de la comunidad educativa en general. Un debate que pone en tela de juicio el modelo educativo y que, a pesar del revuelo, suele acabar en tablas.
Pensar y resolver estas cuestiones nos lleva a mirar de forma diferente el tema de los deberes para casa. Podríamos afirmar, entonces, “deberes sí, porque permiten, en esencia, ganar autonomía y practicar lo aprendido en un espacio y tiempo diferente a la escuela, pero en una cantidad razonable, que puedan ser realizados por todos los alumnos, que generen verdadera igualdad de oportunidades y que tengan un feedback en la escuela que genere satisfacción para todos, no a unos cuantos sólo”.
Este desencuentro entre padres y maestros, que se plasma en la polémica de los deberes, a quien realmente perjudica es al niño. Diferentes estudios muestran que los niños pasan más horas semanales frente al televisor y con los juegos electrónicos que en la escuela y con los libros. El incremento de ese tiempo en detrimento del tiempo escolar solo traerá mayor caída del conocimiento y del saber en los escolares. El amor al conocimiento y al saber se incrementa y retroalimenta conociendo y sabiendo.
Eso sí, los deberes no pueden ser una continuidad de las tareas del día, sino que, en el fondo, deberían servir como una forma de hacer que los padres sean conscientes de las posibles dificultades de sus hijos, y traten de ayudarles para que no vayan a más. De lo contrario, muchos niños llegarán a casa y se sentarán en el sofá a la tele o la consola y ni interactúan con los padres ni recuerdan lo “aprendido”.
Y nosotros… ¿Qué podríamos aportar sobre la polémica de los deberes?
Al margen de sus defensores y detractores, en lo que todos coinciden es que la educación debe ser el camino correcto para el buen desarrollo de nuestros hijos. Intentemos entre todos mejorarla.
Es necesario preguntarse entonces:
¿Qué es lo que queremos conseguir con la educación?
¿Lo estamos consiguiendo con lo que hacemos?
¿Habría otra forma de conseguirlo?
¿Quizá nuestro alumnos o hijos estén absolutamente desmotivados y aburridos?
¿Quizá deberíamos centrarnos más en capacitarles para pensar, criticar, hacerse preguntas, buscar respuestas en lugar de hacerles repetir hasta la saciedad tareas mecánicas o memorísticas?
¿O habría una falla de base, algo en que deberíamos pensar antes de deberes sí-deberes no?
Precisamente, queremos proponer una reflexión dirigida al mundo educativo docente, acerca de esa evidente falla de base: la importancia de la letra y de la escritura a mano en el ámbito escolar, en el aprendizaje reglado.
Teniendo en cuenta las etapas escolares, y su relación con la escritura, vamos a comenzar mostrando nuestro punto de vista profesional al respecto. Después de llevar trabajando más de 20 años con niños y adolescentes en reeducación gráfica, y de haber impartido talleres y seminarios a docentes, estamos en condiciones de afirmar que la reeducación gráfica y la caligrafía tienen algunos puntos de coincidencia, peroooooooooooooooo… no son la misma cosa ni tienen el mismo objetivo.
Por ello, es de fundamental relevancia el dejar claro lo importante de los inicios del ser humano en la escritura, tanto en su parte motora y postural como de motricidad fina, y de la repercusión, positiva o negativa, que una escritura tiene en todo el proceso de aprendizaje. Es imprescindible ser conscientes de ello.
Ahora bien… ¿qué recursos se ofrecen, en la actualidad y en nuestro sistema educativo, para mejorar o corregir la letra de los alumnos? Que sepamos… nada, a excepción de mandar hacer cuadernos y cuadernos de caligrafía en vacaciones escolares. Y no es que sea intrínsecamente malo el practicar caligrafía, solo que en la gran mayoría de casos no consigue el fin esperado, además de crear desánimo y aburrimiento en los jóvenes.
¿Y por qué esta práctica no funciona? Pues porque no tiene en cuenta el motivo real, la causa de por qué se escribe mal, tan lenta, tan desorganizadamente, y con letra desestructurada, etc., etc…
Y nos preguntamos: ¿sería de mucha utilidad un docente reeducador gráfico en la escuela, en cualquier escuela?
Si en nuestro sistema educativo hubiese docentes con formación en reeducación gráfica en cada una de las etapas escolares, se podría intervenir -junto con el gabinete de orientación, los tutores y el resto de docentes- para enseñar, corregir y orientar a muchos alumnos, evitando y previniendo muchos casos de fracaso escolar o de abandono, porque al niño, al joven a quien no le gusta escribir…termina por no gustarle aprender.
Consuelo Anguix
Maestra-Reeducadora Gráfica